viernes, 18 de septiembre de 2009

Sobre "El maestro y Margarita", de Mijail Bulgákov

A pesar de mi impericia a la hora de escribir artículo de opinión literaria, me voy a atrever hoy a ello -no sin cierto reparo-, porque me gustaría acercaros, de alguna manera, una deliciosa obra del escritor ruso Mijail Bulgákov (1891-1940), titulada "El maestro y Margarita". Esta obra me impresionó gratamente (muy gratamente) cuando la leí, por primera vez, hace ya muchos años (es más, marcó un antes y un después en mi particular visión de temas en los que se adentra) y me ha vuelto a impresionar cuando, años después, la he vuelto a leer.


Introduciré primero al autor, con una pequeña reseña de su biografía.
Novelista y dramaturgo nacido en Kiev. Estudió Medicina, pero renunció a esa profesión en favor de la creación literaria. Sus primeras obras son narraciones satíricas, inspiradas en su vocación médica, Maleficios (1925), Corazón de perro (1925), Morfina (1927), y comedias, El departamento de Zoia (1926). Alcanzó el reconocimiento con su extensa novela La guardia blanca (1925), que se desarrolla en Kiev durante la Revolución bolchevique y fue dramatizada como La huida (1926).
Tuvo que enfrentarse a la crítica oficial por su retrato favorable de un grupo de oficiales antibolcheviques durante la guerra civil y por "faltar" a un héroe comunista. Aunque las obras de Bulgakov disfrutaban de gran popularidad, las autoridades le prohibieron publicar a partir de 1930 pues encontraban inaceptable su sátira de las costumbres soviéticas (tema recurrente, por cierto, en su obra).
De gran interés son sus cartas a Stalin, con el que llegó a tener una relación epistolar muy especial y por la que, según algunos de sus biógrafos, se ganó la simpatía del tirano que, aunque no podía aceptar al escritor, en cierto modo le perdonó la vida. En esas cartas, Bulgakov le pide al dictador el permiso para "desterrarse" de su país. Es particularmente singular la relación entre estos dos personajes. Bulgákov se identifica un tanto con Molière quien, a su vez, tuvo que lidiar con la censura y los caprichos de Luis XIV y su corte. Pero, aunque es perseguido y censurado, sin embargo, se le permite representar -con gran éxito, por cierto- alguna de sus obras dramáticas, por ejemplo Los días de los Turbin, conmovedor retrato de los sufrimientos de la aristocracia ucraniana durante la revolución. Esa obra, además, se convirtió (nadie ha podido explicar por qué) en una de las obras favoritas de Stalin, de quien se dice fue a verla hasta seis veces. Inexplicable el hecho de que el propio tirano "llorara" ante los sufrimientos de la clase aristocrática, a no ser que en ello gozará del triunfo que suponía para la clase "bolchevique" ese dolor.
Su mejor novela, sin duda, es El maestro y Margarita (publicada en la Unión Soviética en 1966) fue escrita entre 1929 y su muerte, acaecida en 1940. Es una obra póstuma que terminará su esposa. De hecho, en la tercera parte de la obra es fácil adivinar rasgos que no parecen propios del autor. Así, por ejemplo, es palpable la forma en que la ironía que rebosa toda la primera parte se apaga un poco en esta última.
El maestro y Margarita es una obra en el que se intercalan tres historias, una de ellas realmente hilarante, en la que el diablo en persona se presenta en el Moscú de los años 30 como maestro de variedades (Mago) para locura de un grupo de intelectuales (periodistas, literatos, músicos) del mundillo culto de la ciudad moscovita. En realidad, una mordaz crítica hacia el régimen político y la sociedad rusa del momento, en la que, ni el diablo, podría encajar. Realmente genial el tratamiento de tal crítica, desbordando ironía.

Se entreteje con la historia anterior otra particularmente interesante, que en realidad hila la trama para dar lugar, posteriormente, a la segunda parte de la obra, en realidad, la que da nombre al libro: el maestro y Margarita. Una ficción sobre el encuentro de Jesús (Joshuá o Ga-Nozri, en la obra) con Pilatos (una historia dentro de la historia, pues se supone que el autor de este relato es el maestro que aparecerá más tarde, en la segunda parte indicada). Una visión muy particular de aquel juicio en el que el procurador romano no halló culpa alguna en el reo.

"Seguramente era cosa de la sangre que le golpeaba las sienes, pero el procurador sintió que se le turbaba la vista. Le pareció que la cabeza del preso se borraba y en su lugar, aparecía otra. Una cabeza calva que tenía una corona de oro, de dientes separados. En la frente, una llaga redonda, cubierta de pomada, le quemaba la piel. Una boca hundida, sin dientes, con el labio inferior colgando. Le pareció a Pilatos que se borraban las columnas rosas del balcón y los tejados de Jershalaím, que se venían abajo, detrás del parque, y que todo se cubría del verde espeso de los jardines de Caprea. También le sucedió algo extraño con el oído: percibió el ruido lejano y amenazador de las trompetas y una voz nasal que estiraba con arrogancia las palabras: "La ley sobre el insulto de la majestad..." Atravesaron su mente una serie de ideas breves, incoherentes y extrañas: "¡Perdido!" Luego "¡Perdidos!" Y otra completamente absurda, sobre la inmortalidad; y aquella inmortalidad le producía una angustia tremenda. Pilatos hizo un esfuerzo, se desembarazó de aquella visión, volvió con la vista al balcón y de nuevo se enfrentó con los ojos del preso"

La idea de la inmortalidad le pesó a Pilatos... realmente. Y Bulgakov no duda en presentarla en su obra, pues seguramente él también se sentía abrumado por ella.

"Todo había terminado y no valía la pena seguir discutiendo. Ga-Nozri se iba para simpre y nadie podría calmar los horribles dolores del procurador, la única salvación era la muerte. Pero esta idea no fue lo que le sorprendió. Aquella angustia inexplicable que le invadiera cuando estaba en el balcón se había apoderado ahora de todo su ser. Intentó buscar una expliación y la que encontró fue bastante extraña. Tuvo la vaga sensación de que su conversación con el condenado quedó sin terminar, o que no le había escuchado hasta el final. Pilatos desechó ese pensamiento, que desapareció tan repentinamente como había surgido. Se fue, y su angustia quedó sin explicar, porque tampoco la explicaba la idea que relampagueó en su cerebro: "la inmortalidad..., ha llegado la inmortalidad..." ¿Quién iba a ser inmortal?. El procurador no pudo comprenderlo, pero la idea de la misteriosa inmortalidad le hizo sentir frío en medio de aquel sol abogiante Bien -dijo Pilatos- así sea. Entonces se volvió, abarcó con la mirada el mundo que veía y se sorprendió del cambio que había sufrido. Desapareció la mata cubierta de rosas, desaparecieron los cipreses que bordeaban la terraza superior, también el granate y una estatua blanca en medio del verde. En su lugar flotó una nube purpúrea, con algas que oscilaban y que empezaron a moverse hacia un lado, y con ellas se movió Pilatos. Ahora se le llevaba, asfixiándole y abrasándole, la ira más terrible, la ira de la impotencia"

La tercera historia que nos ofrece esta interesante obra y que constituye toda la segunda parte del libro, nos presenta a Margarita (esposa del Maestro), que no duda en pactar con el diablo (el Mago de "varietès") para reencontrar a su amor perdido (es decir, el Maestro, que a su vez, es el autor del pensamiento sobre Pilatos).

El autor evita caer en tópicos y construye, en Margarita, un personaje que está lejos de la virtud, que es infiel a su marido y que hace uso de su poder de bruja para vengarse de quien cree conveniente. Asimismo, y lejos de nuevo de ideas preconcebidas, hace del diablo y su séquito -diablillos menores- unos personajes malvados pero simpáticos.

Más de doce años estuvo Bulgakov escribiendo esta obra en la que algunos han visto a Bulgakov en el propio Maestro. En cualquier caso, manifiesta, sin duda alguna, sus particular visión respecto a la sociedad moscovita de su tiempo y deja claro su ateísmo más profundo.
Una obra interesante, escrita con maestría y una gracia que la hace realmente adorable. Por lo menos, esa es mi visión.




Psique (con la ayuda inestimable de Bulgákov)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Joer, preciosa, qué pedazo de propuesta nos haces, y sobre todo cómo nos la haces!

¡Ya me ha picado el gusanillo! ¡Como luego no me guste, te enteras!

:D :D :D

Gracias, por este valiso aporte.Recibe un abrazo,

Segis

Amelia dijo...

Las reclamaciones, al maestro armero, yo soy sólo una opinante, :D :D :D.

Es una obra deliciosa, o al menos, a mí me lo resultó. De esas que uno vuelve a leer varias veces. Claro que para gustos colores...

Un besito, niño.